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Cine: ‘Pobres criaturas’ y el Frankestein feminista que ha revolucionado las salas de cine, por Unai Sanabria


“(…) me he aventurado en ella y no he encontrado más que azúcar y violencia” Bella Baxter (Pobres criaturas, 2024)

Después de un bagaje tan excepcional como ‘Langosta’ o ‘Canino’, Yorgos Lanthimos ha sabido abrirse y caminar, una vez más, a través de la cotidianidad de un cine que comenzaba a ser plano e insulso. Contestando rápidamente a la pregunta de si ésta es su película más “accesible” como se ha supuesto en varias ocasiones, podría decirse que sí, ya que no cuenta con dogmas tan específicos como las mencionadas anteriormente. 

Sin embargo, ‘Pobres criaturas’ da un salto hacia el vacío aun sin saber si habrá agua, y es lo que la hace fascinante

Lanthimos ha sabido deslizarse entre la sutileza de un mensaje moralista y la exageración de un mundo imaginario que poco dista del nuestro. Un viaje en el que acompañamos a Bella a descubrirse a través de la sinergia entre sordidez y gozo. Un monstruo aparente que se desarrolla en dos horas y veintiún minutos mediante la única manera que conoce: el sexo. Por medio de ello, Emma Stone construye un personaje explorando una fisicidad y gestualidad sublimes, demostrando ser una de las actrices más en forma del momento. A ella, asimismo, la acompañan un William Dafoe que no sorprende con su increíble interpretación y un Mark Ruffalo que descifra las claves para representar al canalla controlador y enamorado del poder y el sexo que no desafina en ningún momento, convirtiéndose en su conjunto, en el más absoluto de los disfrutes.

El guión, a su vez, explora la complejidad de una mujer cuya finalidad es la liberación y vivir su propia vida sin responder a nada ni nadie. Y se consigue hasta el final. La película es excelente, sexy, divertida, apasionante e incluso incómoda y podrá agradarte en mayor o menor medida, pero jamás has visto nada igual

En definitiva, ‘Pobres criaturas’ es un cine distinto al que no le preocupa provocar, que juega entre la belleza y la deformidad que o te apela a lo más hondo o querrás salirte de la sala a los diez minutos.