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Blanca Escobar y Sara Ruiz Ferrer de Cía. Traspasarte sobre «Sexy Ubú»


Sexy Ubú es una reinterpretación contemporánea del clásico de Alfred Jarry de 1896 Ubú Rey que Cía. Traspasarte presenta del 12 al 26 de marzo en el Teatro Circo de Murcia (TCM)

Desde hace décadas, el culto al cuerpo es  una de las grandes obsesiones de las sociedades occidentales. Cuerpos fibrosos, delgados y musculosos son percibidos como sinónimo de poder y éxito. El cine lo ha sabido retratar muy bien, lo vimos hace treinta años con ‘La muerte os sienta tan bien’ (1992), donde Maryl Streep y Goldie Hawn intentan escapar del castigo social que supone un cuerpo envejecido con un elixir que promete la juventud eterna, o más recientemente con ‘La sustancia’ (2024), esta vez con un líquido intravenoso que consigue hacer realidad esa frase que nos ha acompañado a los millennials y generación Z toda nuestra vida: “Sé la mejor versión de ti misma”.

En un contexto en el que Europa se ve sumida en una fuerte crisis de valores y nuestros políticos e instituciones han perdido credibilidad, otorgamos poder a líderes de influencia que forjan en la hiperproductividad, el cuerpo trabajado y el superarse a uno mismo, la receta infalible para alcanzar el éxito personal. De todos estos temas hablan las creadoras Blanca Escobar y Sara Ruiz Ferrer, fundadoras de  Cía. Traspasarte en su nueva pieza Sexy Ubú (Make Ubú Great Again) una reinterpretación contemporánea del clásico de 1896 de Alfred Jarry ‘Ubú Rey’, que estrenan este miércoles 12 en el Teatro Circo de Murcia (TCM).

Tras su caída como soberanos tiránicos, Padre Ubú y Madre Ubú se ven obligados a huir y se convierten en refugiados políticos. Exiliados en ninguna parte (o en Murcia tal vez), han transformado su hogar en el Ubú Gym, un espacio que es al mismo tiempo una prisión y un santuario de reinvención física. Obsesionados por la reconstrucción de sus cuerpos, entrenan compulsivamente con la esperanza de recuperar su poder perdido.

‘Ubú Rey’ es un clásico de Alfred Jarry del siglo XIX. Vosotras la traéis a la actualidad y la transformáis en Sexy Ubú, ¿qué habéis descubierto en aquél texto de 1896 para traerlo a 2025?

Que la realidad supera a la ficción. Los personajes de Padre Ubú y Madre Ubú no son tan diferentes a ciertas personas reales de la actualidad. Al analizar tanto ‘Ubú Rey’ como el resto de textos de Jarry sobre Ubú, nos encontramos con que hoy día Ubú sigue vivo, con líderes que rozan lo absurdo, discursos políticos vacíos, codicia desmedida y una masa que aplaude, consume y lo comparte en redes sociales. Al final, Sexy Ubú es una forma de decir: «Mira, han pasado más de cien años, pero Ubú nunca se fue. Solo se ha actualizado».

En vuestra propuesta Padre Ubú y Madre Ubú consideran que la clave para ser aclamados de nuevo por las masas es ser la versión más sexy de sí mismos, ¿de verdad hemos vuelto a esa cosa de la belleza canónica imposible para conseguir éxito o es que nunca llegamos a salir de ahí?

Nunca salimos de ahí, aunque el canon de belleza haya cambiado de forma históricamente, sigue siendo lo mismo: tienes que ser deseable para existir. El algoritmo premia los cuerpos perfectos, los rostros filtrados, las vidas aspiracionales. Y los Ubú, que solo entienden de poder y validación, lo ven clarísimo: si hay que volverse sexys para reinar otra vez, pues a pasar por chapa y pintura. Nos interesaba mostrar cómo ese culto a la imagen, a la perfección imposible, también se convierte en una herramienta de poder para recuperar el éxito perdido.

La sociedad está dando poder a falsos gurús que predican que para ser alguien tienes que rendir culto al cuerpo y levantar tu propio imperio, ¿creéis que es síntoma de que ya no tenemos un sistema en el que creer?

Cuando el sistema se tambalea, cuando la política se vuelve pura estrategia de marketing y las instituciones pierden credibilidad, la gente busca respuestas en otros sitios. Ante el vacío, buscamos ídolos fáciles. Si ya no confiamos en lo colectivo, ni en lo político, ni en lo espiritual, aparece esta creencia de la autoexplotación con frases tipo “sé tu mejor versión” y “construye tu marca personal”. Todo pasa por convertirnos en producto y marca. Si todo va mal, no es culpa del sistema, es tu culpa por no esforzarte lo suficiente. Te venden la autoexplotación como la única vía posible: fórmate, invierte, mejora tu imagen, multiplica tus ingresos, sé imparable. Y claro, Padre Ubú y Madre Ubú se hacen coaches sin remordimientos de conciencia. No les interesa cambiar nada, solo sacarle partido a esta nueva fe del capitalismo extremo.

A todo esto se suma el que, dentro de las olas reaccionarias que estamos viviendo, el individualismo cala mucho más que lo colectivo, el “si quieres, puedes, depende de ti”, ¿hemos rechazado nuestra condición de clase pensando que así llegaremos más lejos?

Sí, y es una trampa perfecta. Nos han convencido de que el éxito depende sólo del esfuerzo individual, de que si no logras tus metas es porque es tu culpa y porque no te esfuerzas lo suficiente. Así nos desconectamos de cualquier análisis sobre desigualdad, precariedad o privilegio. Y mientras, estamos ocupadas intentando ser nuestra mejor versión, los Ubús no siguen gobernando.

La cultura pop siempre está presente en vuestras piezas, ¿qué referencias nutren este ‘Sexy Ubú’?

Con Sexy Ubú hemos viajado desde Donald Trump, como gran maestro del delirio ególatra, hasta Jennifer Coolidge en su faceta de diva decadente tanto en 2 Broke Girls como en The White Lotus. También hemos buceado en la política más rancia de nuestro país y en esa mezcla explosiva de influencer, empresario de éxito y gurú espiritual que ahora puebla TikTok y YouTube. Durante el proceso hemos visto horas y horas de vídeos de señores explicándote cómo alcanzar el éxito financiero mientras exhiben abdominales y coches deportivos. Hay mucho de Ubú en ciertos discursos que escuchamos hoy. Nos interesa entender cómo se construye ese carisma absurdo que hipnotiza a las masas, y creemos que el meme y la cultura pop es el lugar perfecto para analizarlo.

Hasta ahora vuestros trabajos siempre habían sido autoficcionales y esta vez partís de un texto, ¿Cómo habéis afrontado ese cambio de enfoque?

Es curioso, porque Alfred Jarry conforme fue escribiendo los diferentes textos de Ubú se acabó convirtiendo en su propio personaje. Es como un proceso de autoficción al revés dado que Ubú acabó poseyendo a Jarry. Disfrazado con capa y sombrero, pedaleando por París en su bicicleta, bebiendo absenta y disparando a la gente con una pistola de agua. También llevaba un revólver de verdad. Cuando algún transeúnte le pedía fuego en la calle, sacaba el revólver y disparaba al cielo. Jarry vivió tanto en su ficción que terminó fundiéndose con ella, y esa idea nos ha fascinado durante todo el proceso de Sexy Ubú. Aunque esta vez no hablamos de nuestras vidas directamente, hay algo de nosotras en esa obsesión por gustar, por destacar, por no desaparecer. Así que sí, hemos salido del yo para entrar en Ubú… y resulta que ahí también estábamos nosotras.

Como compañía establecida entre Murcia y Alicante, ¿Qué retos encontráis como creadoras emergentes que intentan abrirse paso desde fuera de las grandes ciudades?

Pues a pesar de haber vivido muchos años en Madrid, casi todos los procesos artísticos lo hemos hecho desde aquí.  Por nuestra parte también existe un compromiso con la cultura de nuestras ciudades, es importante que existamos demostrando que la creación artística no debe centralizarse en un único lugar. Es fundamental visibilizar y fortalecer las escenas culturales de otras ciudades, dando espacio a voces diversas y permitiendo que nuevas formas de expresión escénica florezcan. Como mujeres y creadoras emergentes, nuestro trabajo también busca cuestionar estructuras establecidas y ampliar los horizontes, generando discursos que representan otras realidades. Nos gusta defender el trabajo desde los márgenes. Hay algo potente en resistir desde la periferia, en generar comunidad desde otros lugares, en demostrar que hay escena y creación contemporánea de calidad fuera de las capitales.

Estamos viendo cómo el teatro textual y los clásicos vuelven a copar gran parte de la programación de los teatros. ¿sentís la necesidad de adaptaros a esta tendencia o todavía hay espacio para los nuevos lenguajes escénicos?

Por ahora no sentimos la necesidad de adaptarnos, sino de dialogar con esas tendencias desde nuestro propio lenguaje. Sexy Ubú parte de un clásico, pero no deja de ser una excusa para seguir preguntándonos e investigando desde los lenguajes que nos interesan: la hibridación de lenguajes, la fisicalidad, lo performativo, y cómo hacer dialogar lo clásico con lo contemporáneo sin sentirnos atrapadas en ningún molde.

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