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Historias basadas en hechos reales inspiran la programación de enero en La Abadía


Una escena de Moríos | Foto: Marta Garcia Cardellach

Anna Maria Ricart y María Goiricelaya parten de hechos reales para, desde universos escénicos muy diferentes, despertar en el espectador cuestiones y reflexiones sobre nuestra sociedad. Moríos, a partir del 11 de enero, gira en torno a la vejez sin eufemismos y de forma lúdica. Altsasu, que llega a La Abadía el 18 de enero, toma de referencia los hechos acaecidos en la población vasca del mismo nombre en octubre de 2016. Ambas producciones son fruto de un amplio periodo de documentación e investigación.

En los años setenta nace un teatro que cambiaría la concepción de la creación escénica: el Teatro Documento. Muchos postulados posteriores quedaban bañados por esta forma de entender el hecho teatral. El Teatro Documento se alzaba como una manera de poner al espectador frente a su realidad, presente o pasada, para que reflexionara sobre su hoy y su mañanaMoríosAltsasu Proyecto ’36 ’39 tienen sin duda algo de esta forma de hacer teatro, conscientes o no.  Las líneas entre el teatro documento, el teatro testimonial o el verbatim comienzan a desdibujarse. Pero si algo tienen en común los tres montajes, más allá de que partan de hechos reales o acontecimientos conocidos por todos, es el deseo de agitar y desafiar al público. Despertar preguntas en espectadoras y espectadores para generar un espacio de diálogo, asamblea y también de empatía o entendimiento desde el teatro.

En palabras de Juan Mayorga es importante tener este tipo de propuestas en La Abadía porque “necesitamos un teatro que nos ayude a, en asamblea, a examinar nuestro tiempo y sus contradicciones. Un teatro que apele a construir una sociedad fuerte, para la cual es fundamental la circulación de las ideas y las preguntas”.

Inma Colomer en una escena de Moríos | Foto: Marta Garcia Cardellach

Moríosuna función sobre nuestros viejos y las ganas de bailar

serán nuestros viejos, “sin eufemismos”. Una edad a la que todos y todas llegamos. ¿Qué lugar ocupan ahora? ¿Dónde se aposenta la dignidad en la vejez? ¿Cómo tratamos a esas personas?, ¿como niños, como personas no productivas? ¿Será así mi vejez? Estas son algunas de las cuestiones que se pueden despejar en la puesta en escena de Moríos. En la que una anciana ve desde su balcón la vida de un grupo de viejos, como ella, en una residencia.

“Hablamos de la vejez con y desde los viejos, pero no solo para quien llega a la vejez. Es una obra para todos. Desde dos lenguajes como son la palabra y la danza. Ponemos el epicentro en el cuerpo para hacer una reflexión sobre cómo esta sociedad entiende este capítulo de la vida. Estamos hablando de nosotros”, reconoce Joan Arqué, director del montaje, que afirma también que el proyecto nace desde una experiencia vital propia, cuando él ingresa en la UCI en plena COVID19. “Cuando uno está en esa situación cercana a la muerte te genera una sensación de vacío enorme, pero al tiempo sales con unas ganas tremendas de bailar la vida, de comerte la vida”, confiesa. “La vida continúa, más allá de la tragedia. La vida sigue. Lo lúdico, lo irónico te permite abordar situaciones duras y poder ahondar sin necesidad de rasgarse”, continúa Arqué, para finalizar compartiendo que el verdadero mensaje de este espectáculo es: “La vida va demasiado rápido y yo solo quiero bailar”. El espectáculo se podrá ver en la Sala Juan de la Cruz desde el 11 y hasta el 21 de enero.

Aitor Borobia, Nagore González, Ane Pikaza, Egoitz Sánchez en una Escena de Altsasu | Foto: Hodei Torres

Altsasu, un texto que nace del proyecto Cicatrizar capitaneado por Sanchis Sinisterra

María Goiricelaya toma como punto de partida los altercados vividos en la población vasca de Altsasu en 2016. Es importante destacar que Altsasude Goiricelaya es una obra de ficción y, como tal, ha precisado de una labor de adaptación al género dramático. No obstante, se han incorporado fielmente a la trama transcripciones de algunos de los testimonios del juicio, así como recortes de prensa, medios de comunicación y contenidos de redes sociales. Un montaje que habla de la necesidad de cicatrizar heridas, pero también del papel desinformativo que juegan en los últimos años los medios de comunicación. La obra se podrá ver del 18 al 28 de enero en la Sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía, tras una exigente gira con la que ha visitado festivales como el Grec de Barcelona o países como Uruguay y Colombia.

La obra, finalista a dos premios Max 2023 a mejor espectáculo y mejor autoría teatral, cuenta con el sello de La Dramática Errante, compañía de teatro vasca codirigida por la autora y directora María Goiricelaya y por la también actriz, ilustradora y gestora cultural Ane Pikaza. En escena, la propia Pikaza junto a Aitor BorobiaNagore González y Egoitz Sánchez, cuatro intérpretes vascos que representan la talentosa nueva ola de profesionales de las artes escénicas en Euskadi. “La Dramática Errante es una compañía que tiene como objetivo la creación de proyectos que quieren dialogar con su entorno social y humano. Apostando por las nuevas dramaturgias y lenguajes y con una poética propia, entienden el teatro como un arte vivo capaz de generar reflexión”, aseguran sus componentes.

Este espectáculo nace dentro del proyecto “Cicatrizar: dramaturgias para nunca más”, una propuesta internacional de creación dramatúrgica dirigida por los dramaturgos y directores José Sanchis Sinisterra y Carlos José Reyes y desarrollado en el Nuevo Teatro Fronterizo (NTF), uno de los laboratorios de dramaturgia más importantes de España.

El punto de partida de este proyecto es una de las líneas principales de investigación que desarrolla el NTF con el objetivo de promover el conocimiento y la reflexión sobre el pasado reciente, fomentando los valores de protección del derecho a la memoria, y el uso público de la historia a través de la creación dramatúrgica contemporánea. Un proyecto binacional que aúna la reflexión y la creación de diez autores jóvenes (cinco de Colombia y cinco de España) en torno a la necesaria reconciliación que los recientes y remotos conflictos civiles de ambos países deberían afrontar –y lo están haciendo– para imaginar y emprender un futuro sin rencores irrestañables. En ese sentido, Altsasu quiere despertar en el espectador reflexiones que giren en torno a “la necesidad de perdón, reparación y reconciliación y de las vías sociales, políticas y mediáticas para conseguirlo”, afirman sus creadoras.