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Pablo Alamá: «He dejado de ver el género como algo extremo y he empezado a verlo como un espectro, algo fluido, con lo que se puede jugar según te sientas tú»


Charlamos con el actor y creador Pablo Alamá sobre su obra «Manual para follarse a un macho con vagina»

Decía Paul B. Preciado que las personas trans hackean los sistemas que intentan imponer un binarismo fijo. Estas palabras resuenan en  «Manual para follarse a un macho con vagina», una pieza en la que el actor y creador valenciano Pablo Alamá muestra desde un prisma totalmente singular, a través de su propia vivencia, y de forma sutil pero contundente lo que para él implicó transicionar. 

Salir del armario,  la hormonación , ligar como hombre o performar el género son algunos de los temas que marcan esta historia. Y en medio de toda esta vorágine el debate de lo que significa ser hombre y cómo construimos y performamos el género. La obra, que firma bajo el sello de CRÁTER, la compañía que él mismo fundó, se estrenó en 2022, pero hitos que han agitado la discusión social, como la aprobación de la Ley Trans en 2023, han hecho que la pieza adquiera una nueva dimensión política, personal y artística.

«Manual para follarse a un macho con vagina» podrá verse hasta el 27 de junio en El Umbral de Primavera y para hablar sobre ello nos hemos reunido con Pablo. 

En los últimos años has tenido la oportunidad de dar vida en la ficción a personajes trans. Rey en «La noche más larga», de Netflix o Pau en «La mitad de Ana», de Marta Nieto, estrenada en la última SEMINCI. ¿Cuál es el motor que te impulsa a contar tu propia historia en ‘Manual’?

Es cierto que los personajes trans han aumentado en la ficción (aunque aún queda mucho por hacer) y he tenido el placer de dar vida a algunos de ellos. Pero con ‘Manual’ me apetecía ser yo mismo quien hablara de ello, especialmente porque cuento mi historia, mi proceso y creo que es importante ser visibles, no solo como personajes en una ficción, sino como creadores.

«Manual» ya se presentó en 2022, también en El Umbral de Primavera, pero desde entonces ha experimentado una metamorfosis porque el debate de lo trans está en constante evolución. ¿Qué ha cambiado en ti y en la obra  en los últimos tres años?

En los últimos años, efectivamente, ha surgido mucha más información, más visibilidad y más referentes, aunque también más politización y debate en torno a las personas trans. Todo esto ha hecho que yo mismo también me cuestione más, indague y profundice sobre qué significa para mí ser un hombre, y especialmente qué significa para mí ser un hombre trans. Y de ahí la necesidad de revisar y reescribir la obra, que ahora juega más con el género, trata de desenmarañar todas las imposiciones que se nos establecen (a todas, a las personas trans y a las cis) y sobre todo, y a nivel personal, abraza mucho más la feminidad, fluyendo hacia un lugar más equilibrado entre lo femenino y lo masculino, desdibujándolo y jugando con el no binarismo.

Uno de los debates que abre la pieza es desde donde se construye el género y, en este caso, la masculinidad. ¿Qué has descubierto a lo largo de tu proceso de transición? Porque al final el género es algo que todos performamos…

He descubierto que todos somos trans jajaja. Efectivamente, el género es algo que performamos y cuando inicié mi transición me vi jugando a ser alguien extremadamente masculino, también un poco por supervivencia: exagerar lo masculino era una manera desesperada de intentar que se me viera como un hombre en un momento en el que mi aspecto físico era ambiguo. A la hora de reescribir la obra traté de llevar esto al extremo: todos performamos. Pintarse las uñas, ponerse vestidos o depilarse es performar la feminidad. Sentarse abriendo las piernas, agravar la voz o gesticular poco es performar la masculinidad. Todos performamos: todos somos trans. La diferencia es que las personas trans nos cuestionamos todo eso. Y eso no es mejor ni peor, es simplemente algo que ocurre, y creo que fruto de ese cuestionamiento surgen malestares, pero también lugares maravillosos, que nos llevan a iniciar una transición (sea medico-quirúrgica o no).

Precisamente, comentabas que el aprender a abrazar la feminidad ha marcado un antes y un después en todo este proceso…

Así es. Un poco lo que comentaba antes, he dejado de ver el género como algo extremo, donde estás en un lugar u otro. Y he empezado a verlo como un espectro, algo fluido, que se mueve, con lo que se puede jugar según te sientas tú. Los términos feminidad y masculinidad son construcciones que llevan asociadas una serie de ideas, pero no significan nada. En realidad son cualidades que todos poseemos, más allá de los genitales con los que hayamos nacido. Ojalá todas pudiéramos abrazar todas esas pequeñas partes de nosotras e integrarlas. Para mí, abrazar mi propia feminidad está suponiendo una liberación. Es algo en lo que sigo trabajando, pero plasmarlo en esta obra me ha ayudado mucho, a reafirmarme, quererme y sentirme más libre.

Si hablamos de visibilidad en el debate público, históricamente las mujeres trans han estado en primera fila. Tenemos referentes intergeneracionales, desde Bibiana Fernández en los años 80 a Jedet o Abril Zamora en la actualidad. ¿Por qué crees que es algo que no ha sucedido con los hombres trans?

Creo que se unen varios factores, y seguramente algunos se me escapan. Por un lado creo que simplemente ellas han sido más visibles en la lucha. Y aquí hay algo que creo que tiene que ver con el cis passing (que es la capacidad que se tiene para ser percibido como una persona cis): hasta hace muy poco era más fácil tener cis passing siendo un hombre trans que una mujer trans. Y teniendo en cuenta que ser trans es algo que históricamente ha estado muy estigmatizado, ¿por qué ibas a visibilizarte pudiendo aparentar ser cis?. Ellas no han tenido otra opción que ser visibles y luchar. Pero es verdad que ahora ser trans está dejando de ser un motivo de vergüenza, estamos empoderados y ya no tenemos miedo a existir.

Por otro lado, tengo la sensación de que hay algo patriarcal también. Dentro del colectivo LGTBQ+ dos de los colectivos más invisibilizados son las lesbianas y los hombres trans, y creo que hay algo que tiene que ver con el ser educado como hombre: una educación que te lleva más a la acción, a habitar el espacio sin miedo, algo que las personas que hemos sido educadas como mujeres en la infancia y la adolescencia… “por lo que sea” nos cuesta más.

Uno de los temas más controvertidos en torno al debate trans en los últimos meses ha sido el fallo del Tribunal Supremo de Reino Unido a favor de definir la palabra “mujer” como alguien que nació biológicamente como mujer. ¿Por qué lo genital sigue teniendo tanto peso?

Creo que es la única manera que tienen de explicarse el género: tiene vulva, es mujer; tiene pene: es hombre. Afortunadamente esto es extremadamente fácil de rebatir: ¿un hombre al que le amputan el pene deja de ser un hombre? Entonces empezarán a hablarte de hormonas, pero más de lo mismo: las mujeres también tienen niveles variables de testosterona, por ejemplo, igual que los hombres también producen estrógenos. Y ya como “monstruo final” te hablan de cromosomas. Entonces, ¿Qué pasa con las personas intersex? En fin, creo que basar el género en los genitales, o en la biología, es algo tremendamente reduccionista, y que tiene que ver con un argumento que favorece a “lo que le pasa a la mayoría”.

¿Cómo percibes ahora mismo la situación en España? Se han conseguido grandes avances como el derecho a la autodeterminación de género, pero el discurso de los grupos conservadores y de la extrema derecha sigue polarizando a la sociedad y ejerciendo violencia institucional hacia el colectivo.

Pues sí, y creo que es por miedo. Basan su defensa en atacarnos. Estamos empezando a existir y a ser personas que tienen derechos, y creen que darnos esos derechos se los va a quitar a ellos, igual que hay hombres que se sienten amenazados cuando las mujeres consiguen derechos que ellos han tenido siempre. Tiene que ver con una estructura de poder, con miedo a perder esos privilegios (habría que ver cuáles son exactamente) y con sentirse profundamente amenazados.

Al final las historias personales son las que acaban transformando a la sociedad, ¿hasta dónde te gustaría llegar con «Manual»?

Creo que lo personal tiene un gran impacto, porque entran cosas universales: las emociones que todos sentimos, situaciones que todos hemos podido vivir o que son fácilmente transportables a la vivencia del espectador, y ahí se genera empatía. Creo que lo político es imprescindible: el activismo, la lucha por los derechos, el discurso. Pero lo personal suma, abre aristas nuevas y nos acerca al otro. Y creo que falta empatía. Por eso me encantaría poder llevar “Manual” a más ciudades, y que viniera gente que no pertenezca al colectivo, incluso gente que pueda pensar que está muy lejos de todo esto. Y si de repente un teatro público se atreviera a apostar por esto, independientemente del color político, (ya sea “Manual” o cualquier otra obra hecha por un creador o creadora trans), creo que como sociedad ganaríamos mucho.

Imagen: Sofía Magán
Instagram Pablo Alamá
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